La gracia del Daát y el momento cierto

Los seres humanos no tenemos un momento determinado para despertar conciencia sobre quienes somos en verdad, ni para saber cuál es la esencia de nuestro ser. Algunas personas sienten la necesidad de descubrirse más temprano que otras. Quizás, para algunas otras, ese llamado no llega nunca.

El instante en el que iniciamos un camino de reencontrarnos con lo más íntimo que tenemos es un periodo de gracia que recibimos del cielo en el momento cierto. Eso ocurre cuando nos conectamos con una conciencia superior a la nuestra, que no es más que ¡La propia sabiduría del Creador!  

No es por casualidad que durante el rezo de la Amidá, lo primero que pedimos no es amor, ni dinero, ni paz, ni salud, ni suerte, ni alegrías. Pedimos dáat (conocimiento).

Decimos:

Atá conen leadam dáat, um’lamed leenosh biná, conenu meiteja jojmá biná vadáat

Que significa: “Tu graciosamente das a los mortales comprensión. Concédenos, graciosamente, de Ti, sabiduría, comprensión y entendimiento”. Cada día, no solo lo pedimos, sino también reconocemos que esa sabiduría no es propiamente de los mortales, pues es directamente la sabiduría de Hashem. 

Se ha demostrado que la capacidad que una persona tiene para auto-conocerse activa un circuito cerebral que comprende determinadas redes neuronales. Esta actividad constituye una inteligencia específica en el ser humano (Diferente de la famosa inteligencia emocional), dicha actividad cerebral ha sido denominada por los científicos como metacognición.

Es la capacidad de comprender los mecanismos a través de los cuales la persona entiende su mundo. En palabras más simples… Imagine que usted tiene un cerebro arriba de su cerebro que le ayuda entender cómo funciona su cerebro. Estamos hablando de una inteligencia superior a la suya propia, de una supra-inteligencia

Aprender a auto-conocerse se trata de desarrollar un supra-cerebro capaz de reflexionar sobre el propio pensamiento.

Es la habilidad que nos permite analizar cómo pensamos, entender cómo conectamos ideas, descubrir por qué respondemos a ciertos estímulos de una manera o de otra, por qué tenemos miedos, fobias, o cuáles son esas cosas que nos dan paz y tranquilidad y hasta nos ayudan a saber cuáles son nuestros verdaderos talentos. Es como ser el psicólogo de uno mismo, pero con el recurso de saber exactamente los detalles de su propia historia. 

Materializar la posibilidad de vernos más allá de lo que creemos que somos significa salir de una identidad primaria para conectarnos con el “verdadero yo”.

Esto conlleva a hacer mejores juicios de confianza sobre nuestras propias capacidades, habilidades y limitaciones. En consecuencia, conduce a tomar mejores decisiones y tener una vida realmente en armonía con nuestro verdadero ser, una vida conectada con la sabiduría de D-s. 

Ahora bien, si esta habilidad es tan importante y útil para vivir mejor, ¿Por qué no nos enseñan desde muy temprano a auto-conocernos? ¿Por qué la mayoría de las personas no desarrollamos este supra-cerebro desde la infancia? ¿Por qué actuamos de acuerdo con los imperativos de lo que creemos que somos o lo que las personas que nos rodean nos hacen creer que somos? ¿Por qué es tan difícil auto conocernos?  

Comencemos por el nacimiento…

No existe nada más imprevisto en la vida (aparte de la muerte) que el propio comienzo de la vida. Nadie sabe exactamente cómo va a nacer un bebé, si el parto será natural o cesárea, si llegará a término o vendrá prematuro, si precisará de oxígeno o respirará por sí solo. Con todos los avances científicos, el momento del nacimiento tiene esa sorpresa del destino que cada uno de nosotros carga y que es casi imposible prever. Es un acontecimiento que en la mayoría de los casos nos deja marcas físicas y emocionales que determinan la conciencia humana inicial sobre el significado de la vida. Unos llegamos sufriendo, otros llegamos riendo, y a partir de ahí interpretamos lo que vemos, si la vida es dura o fácil, si nos falta el aire, si nos sentimos acogidos, o rechazados, si tenemos permiso de existir o no somos deseados.  

Esa información que el cerebro recolecta al nacer es solo el principio.

Luego viene la infancia

Durante los primeros años de vida conocemos el mundo de acuerdo con las creencias de nuestros padres o cuidadores. La vida es fácil o difícil en proporción a las creencias de quienes nos rodean, en la mayoría de los casos de nuestros padres, abuelos y hermanos. En esa etapa se gravan las marcas más profundas que determinan la experiencia del conocimiento, es ahí donde construimos de forma inconsciente las respuestas emocionales, las creencias sobre lo que es bueno y malo, sobre todo, los juicios sobre los cuales fundamos los cimientos de nuestro propio valor como personas. A partir de esas experiencias primarias nos reconocemos como amados o rechazados, cuidados o abandonados, de acuerdo con aquello que recibimos o dejamos de recibir. 

Después viene la etapa de la adolescencia…

Que llega como una nube negra, luego la juventud en donde la vida comienza a ser la expresión de las heridas que la vida ya nos dejó. 

A partir de ahí comenzamos la maestría que nos conduce a ser exactamente lo que no somos, tomamos decisiones que nos llevan a experiencias que normalmente apoyan esas creencias falsas sobre nosotros mismos, actuamos de acuerdo a lo que creemos que somos conforme a las experiencias que vivimos en el pasado. De ahí en adelante todo es una rueda del destino, una bola de nieve que puede durar algunos años más o tal vez la vida entera. 

Conocer nuestra verdadera esencia es tan difícil justamente porque el propio Creador del Universo así lo quiso. Nos hizo mortales con poco entendimiento, pero con mucho potencial. Nos entregó una historia que vivir para recorrer un camino que nuestra alma necesita.

Está escrito en Likutey Moharan que elevar nuestra alma (como nos enseñan nuestros sabios, quienes tienen la jojmá de la Torá) nos permite ver directamente informaciones que son creadas en el mundo espiritual, aquel lugar donde se forman los pensamientos.  Es decir, nos conduce a acceder a la fuente de creación de los pensamientos “ver el pensamiento antes de escucharlo”.  La gente normal escucha lo que hay que escuchar pero la gente que está muy elevada comienza a ver el pensamiento antes de ser transformado en una realidad y este es un lugar al que muy pocos tienen acceso. 

Hakadosh BaruchHú nos dio a cada uno el potencial de descubrir que detrás de una historia de vida hay una verdad que solo se revela para cada persona en el momento cierto. Cabe a cada uno de nosotros seguir pidiendo cada día de la vida la gracia del daát con emuná, y elevarnos espiritualmente para llegar un día a conocer quiénes somos en esencia

 

Escrito originalmente para la Revista Shai LaLev de Coaching Kosher. Febrero de 2022.

https://coachingkosher.com/revista-mensual/



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